miércoles, 13 de abril de 2016

Un cuento de mierda, pero qué copado nacer!

Hoy nací. No hay nada más lindo que nacer. Se lo dije a la enfermera. Lo hablamos después con un grupo de recién nacidos. Algunos la habían pasado más o menos. Pero en general todos decían que había sido una experiencia única, y que lo harían de nuevo, porque un poco de miedo teníamos todos en esa sala conversando. Yo estaba ordenando cuadernos de insomnio de mis últimos diez años en mi habitación subterránea. Venia de unas semanas muy intensas. Leer, comer, jugar a la escondida sola, tirar pintura al techo, meter los pies en el barro, bañarme con un grifo oxidado, y dormir. Un ciclo cansador. Había hablado con un amigo por el conmutador, me atendió en la cabina que estaba arriba de mi templo. Sabía que era él porque no hacía llamadas estúpidas. Me dijo con su típico acento aporteñado que había una promoción en el gimnasio del club San Martín para natalidad en edad avanzada. Como yo no había sido nacida tenía la piel magra y a medio cuajar. Lo pensé cinco noches y nueve días. Me tenté rociándome con la luz de tubo que irradiaba del techo mientras se desprendían gotas de pintura azul. Cuando sentí que estaba lista le llamé: Mostro, escuchame una cosa, junté toda la plata, falsifique algunos australes y el resto son marcos alemanes que tendría que convertir en alguna casa de cambio de juegos de mesa. Mostro: Perfecto loquilla, te tengo todo listo, te armé una maleta con algunos pocillos de café, un par de auriculares, música klezmer y te puse las partituras de La mer de Debussy, le mande invitaciones a Gustavo Cerota, y a Carlos Alberto de Gracia, me pareció que podrían ser buenos padrinos. Yo: Mostro ¿Y qué pasó con mi mamá? Mostro: Conseguí una bailarina erótica y un ama de casa deprimida, fue lo que más me gusto del casting. Ambas tienen leche para dar, como vos pediste. Corté inmediatamente, subí el ascensor que me llevaba a la avenida Juan D. Perón, y corrí en estado de semidesnudez gritando versos de poetas místicos argentinos, rezé cantando letras profanas, y cuando llegué al club, tenía los pies sucios. Me estaban esperando, había unos bailarines alados, me ungieron y me elevaron, fui tirada en una pileta, muy grande. Líquido amniótico dijeron. Estuve ahí un largo rato. Escuché voces, vi una cámara que filmaba, alguien que lloraba, sentí que estaba por pasar algo importantísimo, me perfilé, vi una luz en el fondo de la piscina. El agua empezó a desagotarse por allí. Miedo, miedo, miedo, mucho miedo, pero no me quedaba otra. Oscuridad, luz, ruido, frío. Lloré, metro ochenta y nueve centímetros de llanto, un bólido rojizo con unas ganas de abrazar todo...Me dijeron que estuve bárbara. Fui directamente al baño, volví, me abracé a mi mamá. Estaba espléndida, me apoyó contra su pecho. Quise quedarme ahí la vida. Rápidamente salí corriendo. Salté por la ventana a la calle. Encontré las llaves tiradas de un auto, me subí y me fui por autopista a cumplir mi sueño: el que había visto en una película. Tiempo después volveré a casa, seré una mujer, mamá será una vieja dama, con la experiencia del tiempo, papá habrá muerto, escribiré un libro, donaré los órganos cuando muera, contribuiré al orden y la disciplina, seré sensible con los que pueden menos que yo, trabajaré sensatamente, pero siempre tendré tiempo para lo que más me gustó en todo este tiempo: Si lo sabrás vos Mostro...

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