miércoles, 13 de abril de 2016

Dos poesías de un domingo desesperado.

Haciendo lo que no me gusta encuentro algún placer,
No es lo que haces, es cómo lo haces,
Quisiera ser una bestia condenada al salvajismo de la danza para siempre,
La cordura no tiene que limitar al cangrejo,
La locura no tiene que horadar la caverna en la que habito,
Un sonido me despierta a la vida y quiero amarlo,
Dice que cuando estas frío el calor que te abandona es tu sacralidad,
Cuando estás inundado de preguntas, brota la flor de la emoción,
Que regurgita la baba de un canto que escuchaste al nacer,
Cuando algo te pertenece estás perdido,
Es en el orgasmo que el misterio sale a luz del cuerpo,
Es en la soledad que se mata el gusano de la necesidad,
Es en la danza que se quema lo que no está más vivo,
Son las cenizas las que vuelan con el fragor de las balas que te atraviesan,
Es una belleza nueva la que queda en tu rostro,
Una vez parida la emoción de la música,
De la odisea de su encanto,
Que te llama,
Que te llama,
Por tu nombre.


Tu corazón de lata maravillosa está cantando,
Desde que te baña el fuego de la danza,
Nada parece tener derecho a sujetarte,
Está en los brazos la tempestad del bailarín,
La lluvia que carga tus hombros de angustia,
Me gustaría liberarla con uñas y dientes,
Cuanta más sangre corra por tu cuerpo,
Más voy a sentir el olor de tu alma mojada,
De suspiros,
De imaginación,
De rítmica pasión por el inhóspito,
E interminable mundo.

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