Contepomi es un muchacho
peligroso. Sin aviso ni permiso desenfunda el filo de sus versos y salta al
cráneo del lector, le destapa los sesos y le desordena las conexiones
neuronales que entienden de poesía, gramática y moralidad. Amo su escritura por
políticamente incorrecta, por desagradecida consigo mismo y porque desnuda la
cotidianidad y la glorifica con las palabras más grotescas y sublimes. Su vómito
es tan intragable como curativo, una medicina para el sopor del indolente mundo
que comparece cómodo y sedado frente al televisor cuando una agitada y pesada
realidad está sucediendo del otro lado. Siento que Nilo no le teme a la fangosa
y oscura alma que habita en su cuerpo y sus textos.
Nilo es un viejo pájaro
que canta novedosamente. Asume el riesgo de una escritura sin moldes y sin
concesiones a una belleza inocua y estéril incapaz de batir las aguas
interiores del lector. Se la juega con una osadía irrespetuosa con las formas
delicadas de la deferencia, y con una desnudez tan cristalina que asusta a
quien no tiene el estómago para digerir la parte ácida de las sombras de la
historia íntima. Su gramática es una puesta en vida de una liberación expresiva
que incluso puede llegar a ser esquizoide, el propósito es buscar un grito y
una danza que comuniquen emociones y pensamientos que brotan desde los huesos y
el corazón en la garganta.
Corre como un manantial
que brama silencioso de fondo una inocencia y una memoria enamorada de la
infancia y el jugar. No son sólo las reflexiones cargadas de sarcasmo de un
hombre tan poco acostumbrado a las injusticias y los lugares comunes, sino
también la alegría de dientes de leche de quien traba amistad con todo otro
abierto a mirar todo de nuevo como una falta de obediencia a la realidad.
Pienso que Nilo no quiere dejar su sien estancada en un escritorio cumpliendo
una misión absurda, como le pasa a muchos queriendo o no queriendo, y se
confina a sí mismo a explorar su oscuridad putrefacta y su sibilina alegría y
hacer de eso una poesía que desafíe los límites de la gravedad, el sentido
común y la sacralidad de lo constituido. Es por eso que Contepomi es un muchacho
peligroso.
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