viernes, 26 de junio de 2015

¿Qué sucede cuando tenemos una diferencia?

¿Qué es una diferencia? ¿Una diferencia, es una opinión divergente sobre una misma realidad común en un mismo mundo? ¿Son dos ideas racionales que aspiran a la objetividad como corroboración de su veracidad, y que por eso deben ser contrastadas en debate? ¿Es una interpretación distinta de una misma realidad independiente a nuestra experiencia que debe ser corregida hasta llegar a un punto duro certero sobre las impurezas de cada opinión? ¿O muestra acerca de diferentes mundos, diferentes personas, con configuraciones relacionales, vitales, corporeas y existenciales distintas? Es decir, una diferencia como una revelación de experiencias distintas, de percepciones distintas configuradoras de mundos en relación, pero distintos. Si es así, ¿Cómo tratar las diferencias? En el primer camino, la diferencia es un buen motivo para la puja, la tensión y la imposición. En el segundo camino las diferencias constituyen sensualidades distintas que no se pueden corregir, a lo sumo se invita a mirar con uno, a reflexionar con uno sobre las condiciones, los criterios y las premisas que llevan a esa experiencia de uno que distinta de la del otro o la otra. La diferencia aparece como un espacio común que propone pensar y reflexionar sobre los caminos, las experiencias, los modos de hacer y sentir, y sobre cómo se han originado sus divergencias. Una diferencia puede ser una invitación a conocer un mundo distinto, tan válido como el propio, aunque tal vez no tan deseable, y donde uno deba hacerse cargo que el no aceptar la experiencia de otro es algo que hace desde el deseo, y no desde la razón. Es uno quien asume invalidar una experiencia, no considerarla legitima, porque tal vez pueda pensar que en esa diferencia hay un peligro para uno. Y con eso terminaríamos con la hipocresía de declarar falsas las visiones de otros, que ponemos en el lugar de interpretaciones erróneas.

martes, 23 de junio de 2015

Exigencia: Iniciativa, Elaboración y Concreción.

Sostengo que la exigencia no es útil ni beneficiosa en ningún aspecto de la vida, que no mejora los resultados, que no nos hace mejores ni éticamente, ni productivamente. Aquí quiero desarrollar una problemática que atiende a las interferencias que genera la exigencia en el origen, desarrollo y conclusión de cualquier proyecto, actividad, propósito o intención personal.


La exigencia bloquea los mecanismos de iniciativa. Comenzar algo requiere sobrepasar las resistencias que se generan, llevando a la procastinación, o al retardo. Con la exigencia el paso que da lugar a la energía espontánea y entusiasta de realizar una actividad, a ese impulso propositivo que da génesis y forma a un abordaje y a una diagramación de lo deseado se vuelve doloroso, difícil, áspero de ser ejecutado. Las iniciativas con las exigencias sufren, porque aparece el camino a emprender como una tarea sumamente ardua y de la que debe obtenerse un resultado tan alto que movilizar en favor de ello rompe con el bienestar opuesto a ese estado por vivir. Lo que en muchos casos puede verse como abulia, desidia o falta de voluntad es en realidad un estado generalizado de tensiones y exigencias internas.


La exigencia hace el proceso, la elaboración como un camino insondable, inabordable, cansador, penoso y agitado. Quien logra vencer la resistencia a la iniciativa y emprende se encuentra en un camino que siempre se verá tentado por la posible frustración, fracaso y abandono. Toda dificultad refuerza y alimenta la sensación de la dificultad y la imposibilidad, llevando a la persona a padecer el desánimo, un estado crítico de infertilidad activa que hace el proceso una tarea sinuosa y desagradable. Muchas veces creamos discursos en los que valoramos la épica de quienes trascienden la dificultad, loando el barro del sufrimiento, como si la adversidad nos hiciera más fuertes, y como si cuantos más obstáculos tenemos que sortear más valioso resulta lo logrado. Esa significación de la epopeya personal está narrada en muchas películas, y visiones del sentido común, y termina justificando la vivencia del dolor, la impotencia y la frustración, que son en realidad las experiencias más frecuentes entre quienes valoran de esa manera, cuando el esfuerzo y la exigencia en realidad desmotivan antes que motivar.

Cerrar un proceso, un proyecto, una idea, una actividad, una relación, en el camino de la exigencia puede resultar imposible, o catastrófico. Las salidas que aparecen son críticas, a veces se puede llegar a algún estado de desequilibrio permanente que vuelve el resto del acontecer cotidiano muy angustioso de ser vivido. La concreción puede ser algo que se postergue reiteradamente, porque siempre hay algo que añadir, algo más que decir, algo más que hacer, y la perfección no sea alcanzada nunca. O porque la voluntad de hacer efectivo para uno mismo la realización de ello resulta en una tenacidad agotadora y destructiva para lo que se quiere hacer. La exigencia vuelve a la experiencia de concreción algo tan "grandioso", tan enorme, de una dimensión tan grande de ser ejecutado que propone a quien la vive de esa manera una suerte de inmolación, o se pierde todo al errar, o se gana todo de una manera tan grande que también resulta inaceptable, imposible de ser asumido y vivido.

La exigencia en primera y en última instancia de este camino es la dinámica relacional en la cual todo lo que se hace debe ser hecho con perfección, es decir sin error. La eliminación del error en la realización. Y como el error no puede ser eliminado del acontecer humano, sólo puede ser aprendido, esa disposición obliga a la constante reproducción recursiva, maníaca y en algún punto obsesiva, de no parar hasta hacerlo perfecto. Como el error siempre vuelve a aparecer, esa perfección resulta inconmensurable, irrealizable, y la persona se pierde en un embrollo de pensamiento y acción. Cuánto más exigente es por realizar algo, menos puede hacerlo, y más eso le lleva a reforzar su exigencia, un camino destinado a la locura.

sábado, 20 de junio de 2015

Enamorada del Muro (de la imposibilidad)

¿Qué quiere decir estar enamorada o enamorado del muro de la imposibilidad?

-Significa buscar algo tan difícil de encontrar, algo que representa una exigencia y una expectativa tan insoportable de obtener que como mecanismo compensatorio de una satisfacción imposible de obtener se busca la frustración. Es un juego de autoboicot con lo deseado que lleva a un romance con una película trágica de la vida personal. Uno se ve a sí mismo repitiendo circularmente una historia teatralizada de buscar algo o alguien que se ve como la consagración de esa expectativa hiperbólica de obtener en un salto de gracia algo glorioso, maravilloso, inhumano, desnaturalizado, una suerte de utopía del deseo, y al mismo tiempo de perderlo por ser inalcanzable. De frustrar las oportunidades realmente existentes, realmente posibles, y preferir quedarse en el camino de los desahuciados sentimentales que esperan a la vera del camino un nuevo conductor que los lleve al topos soñado, a la tierra de la permanencia en la gratificación.

-Esa manera de vivir el desear, el querer, el necesitar, el obtener algo de algo o de alguien, es decir, de configurar las experiencias, es compulsiva. Va y viene incesantemente maniatando a la persona y condenándole a la repetición de una figuración de sí misma perdida en un camino de quien se apresura dormido, como un sonámbulo, a querer beber agua donde no sale, donde no se puede conseguir. ¿Cómo desandar ese camino de repetición de la frustración? ¿Qué es lo que asume quien vive repitiendo esa historia?

-Pienso que lo que asume es el pensamiento, la idea, la experiencia, de que "no puede ser o tener, o hacer, de esa manera lo que se propone". Y aquí hay varias lecturas que hacer. Por un lado, el sentimiento de inicial de no poder configura la imposibilidad, a quien en su experiencia se le revela la imposibilidad y luego o antes lo asume o asumió como constitutiva, luego encuentra imposibilidad. Es un criterio de definición de posibilidades de acción, quien se definió como incapaz es incapaz. Al mismo tiempo otra lectura, quien se piensa como incapaz de obtener lo que desea no es probablemente porque el objeto sea imposible, sino porque el desear supera al objeto. Se pretende más de lo que se obtiene, la exigencia es inagotable, y es una exigencia no una motivación. Quien se dice a sí mismo eso es porque está buscando algo que no se puede obtener en ningún lugar.

-Del no puedo al no obtener lo que se quiere (autoboicot), de la frustración a la revitalización de la fantasía, al volcar esa fantasía en algo nuevo, que no revele las fisuras que reveló la anterior experiencia, (cuando es uno o una la que encuentra esas fisuras, no preexisten), al enamorarse, y del enamorarse a repetir la historia de frustración.

-El camino de la madurez es el camino de ver qué es lo que es posible obtener, cómo orientar el desear hacia lo posible, sin encontrar el camino de la frustración y el fracaso. Repetición ininterrumpida de la imposibilidad, propia de quien quiere inmolarse en una glorificación, en un alcanzar lo que está más allá de lo humano, en una exigencia mortal.

sábado, 6 de junio de 2015

La noche.

La noche trama la búsqueda del encuentro. Cubiertos en la sonora oscuridad, en la marejada de la luz ausente la búsqueda es la llamada. Dónde está el otro, dónde está ella, dónde está él. La soledad presurosa derrama su angustia nerviosa al cuerpo, no quiero estar solo. Mitigar la noche y la oscuridad con un cuerpo, cogiendo, amando, tocando, bebiendo, hablando, bailando. La noche de los gatos, de los humanos felinos, que quieren acariciarse el lomo y lamerse en su concupiscencia, la excitación del velo del ruido del bar, del silencio de una habitación, la intimidad de la música que eleva el erotismo a juego, a animalidad. La embriaguez de los perdidos, la facilidad del tacto para buscar, la necesidad de no morir tan fácil, que el final sea un no doy más, tengo que acabar, sobre la mesada, sobre las sabanas, sobre el pasto. Seguir, seguir y seguir, cada vez más profundo el viaje hacia el centro de la noche. Los que se tientan con el peligro y agreden, los que se deprimen y comprimen su falta de aliento con la luna como símbolo, como mensaje, como imposibilidad. Los que trabajan, zombies de un mundo pasajero, barrenderos, barwomans, digitando una mirada distinta de la noche, siempre tan atentos, una actividad insofrenable el puto trabajo, nadie quiere estar ahí, pero lo atrapante de que uno viaja a mil por hora con ganas de estrolarse, y otro piensa en su familia para que tenga lo mejor. El desechado de sí mismo que no le alcanzan los canales, siempre termina en el porno. La noche y el sexo, morir por una gota de sexo, gozar es tan parecido al amor. El derecho a la concupiscencia, total, derecho a las migas de un cuerpo roñoso, a lo que quede de quien quede sin placer, a dar y a recibir como animalitos, a aullar en una esquina, a montar el caballo de la alegría y cometer una estupidez. Derecho a romper el silencio y manifestarse a favor de la identidad reservada, salir del closet y llenarse la boca de pecado. La noche, rabia que corre, pasión sin diagnóstico, medicina para los días de la vida, juego de máscaras del erotismo de quienes buscan algo, alguien, en algún lugar...

Sólo se puede vivir lo que te sale.

Hay distintos principios que explican cómo se da el vivir, cómo se origina, qué es lo que lo orienta, qué lo lleva a moverse como se mueve. Yo quiero responder a esa pregunta. Cómo se da el vivir personal. ¿Es libre? ¿Es racionalmente escogido? ¿Hay un yo independiente de la experiencia que controla, regula, dirige y selecciona con consciencia de realidad? ¿Determina ese yo el movimiento, el curso de la acción, la prefigura y la articula en su darse? ¿Es el vivir algo que está apropiado por una entidad externa al vivir que puede conocer ese vivir de manera "real" y hacer suceder un resultado de algo en el mundo?

Una respuesta: El vivir podría ocurrir: como queremos que ocurra, como podemos hacer que ocurra, como resulta que ocurra. Voy a intentar profundizar sobre esta última opción. Sostengo lo siguiente:
1. Sabemos que estamos en un cuerpo, que somos un cuerpo. Sabemos que hay una identidad que conserva una historia que forma parte de lo que llamamos "yo". Somos alguien. En útima instancia ese sentimiento, consciencia, conocimiento, acto, de saberse alguien, es la experiencia nuclear que ordena todo lo que nos ocurre, y que es fundamental para que la vida pueda ser vivida como un fenómeno con sentido o sin sentido, bello u horrible, alegre o triste.

2. Ese ser en el mundo, ese ocurrir del vivir, no es algo que hayamos determinado a suceder. Sucedemos con el suceder de nuestro vivir. Ese alguien que surgió en la historia de interacciones con otros y otras, no está libre de su cuerpo, no está libre del suceder del mundo. Ocurrimos con el ocurrir. Ese alguien es algo que se mueve en el darse del vivir. Existe en ese darse una vuelta del conocerse en la acción en que se está que ofrece la posibilidad de corregir o transformar el rumbo. Pero nuevamente, eso es algo que ocurre en el vivir, no es dado a suceder por un yo externo. Cuando reflexionamos sobre nuestras acciones, es algo que nos ocurre, se da en nosotros, es un fenómeno mecánico y espontáneo. Por más que aparece ese alguien que somos nosotros como un alguien que sabe lo que hace, y que hace lo que sabe. Ese alguien está ocurriendo con el vivir, con el relacionarse, con el interactuar.

3. Por lo tanto, no se puede "elegir" en sentido estricto lo que resultará de nuestras vidas. Simplemente nos ocurre que vivimos lo que vivimos, resultado de una historia, unos deseos, unas relaciones, unos contextos, que se han dado mecánicamente y determinadamente sin que hayan sido dirigidos por ninguna entidad rectora exterior, simplemente ocurrieron. Esto no quiere decir que no haya un gobierno, pero el suceder de ese gobierno no es algo trascendente de la experiencia de los seres humanos como seres vivos, ocurre como ocurre. 

4. Es decir, la vida se vive como sale. Como te sale. Solo puede salir lo que te sale. Cuando uno se encuentra en la experiencia de intentar querer hacer lo que no puede, de querer voluntariamente hacer que le salga algo que no le sale, sufre. Una ética desde este punto de vista sería: Aceptar el vivir como ocurre. Eso no sería una forma de conformismo, porque desde esta perspectiva, siendo conformista o inconformista, la vida ocurrirá como será que ocurra, porque no hay una voluntad exterior al suceder de la vida en el mundo. Que el mundo que habitamos se presenta como un continuo exigir a hacer lo que no podemos, a tener que salir lo que no podemos hacer salir, es parte de una historia que puede ser explicadas en los términos de un vivir-convivir que ha tomado un curso enajenado. 

5. Eso, la vida ocurre como ocurre. Como te sale. Nadie puede hacer de su vida más que lo que le sale. Aceptando esa premisa como principio ético, no hay frustración, ni expectativas, ni exigencia.