miércoles, 31 de diciembre de 2014

Dos ideas: Objetivo del vivir, y Navegar en un mundo incontrolable.


1. El psiquismo de una persona no está determinado u opera a partir de la realización de un objetivo, el psiquismo opera en una red de relaciones, en determinados contextos y circunstancias, realizando su vivir como parte de la realización de sí mismo, y de la recursiva puesta en juego de sus interacciones y emociones. Pero no está determinado por la realización de ningún objetivo. Si simplemente deja de realizar las acciones que le brindan su subsistencia el psiquismo se destruye y puede morir, pero no tiene por eso una objetividad necesaria que cumplir. El psiquismo de una persona vive en la recursiva realización de sí mismo, sin terminar de realizar esa tarea nunca hasta su muerte, incluso cuando alcance los objetivos fijados en las expectativas de realización de la personalidad. Incluso en ese momento el psiquismo no se agota, y el vivir se vive con la misma necesidad de conservación de sí que cuando no había alcanzado la realización de sus expectativas, aunque haya una instancia intermedia de goce y satisfacción, en el fondo el individuo sigue viviendo, y el hecho de seguir viviendo lo hace alguien en la realización de su vivir continuamente.

2. Sólo se hace lo que se puede. Todo lo que sucede es lo que puede suceder. El yo intenta diagramar o ilustrarse el futuro y organiza su experiencia a partir de sus expectativas. Pero lo que emerge en el vivir no está determinado, seleccionado, dirigido, por el yo. La emergencia de todo lo que surge en el vivir se puede decir que viene de la nada, porque no se puede conocer antes de la experiencia, y la experiencia es algo que nos sucede, no hay una realidad exterior, independiente de nuestra experiencia a la cual podemos acceder como fuente de toda la realidad que vivimos. Vemos el mundo emerger frente y en nuestros ojos, y lo vivimos como se presenta, aunque dudemos de él luego. Todo lo que emerge en el vivir no está determinado por el yo, el yo guía el curso de su transcurrir en el mundo, pero siempre puede suceder lo impensado, lo inesperado. De hecho cuanto más nos exigimos en cumplir nuestras expectativas, más dramático se vuelve el mundo porque tenemos que luchar contra el cambio continuo y espontáneo del vivir mismo. El vivir tiene un transcurrir inesperado, espontáneo, cambiante y emergente, en ese vivir estamos nosotros, seres yoicos, que conocemos la experiencia del mundo en la medida en que se va presentando, e intentamos transformar el curso para vivir el mundo de acuerdo a como queremos, pero no podemos preseleccionar nuestra historia. Es lo que nos sucede, y nos sucede, lo que puede sucedernos y no otra cosa. Si vemos el vivir desde la óptica de que todo lo que hacemos es lo que podemos hacer, y no hacemos lo que no podemos hacer, entonces encontramos el presente como algo inevitable, el momento, la circunstancia, y la imposibilidad de satisfacer las exigencias, que son en realidad enajenaciones.

sábado, 27 de diciembre de 2014

Vivir es avanzar en lo incierto.

Una persona es un proyecto, alguien que se juega en su presente, su pasado y su futuro. Una persona es alguien jugándose su vida en el tiempo; ¿Adónde voy? ¿Adónde llegaré? El presente es un continuo movimiento, que trae continuamente lo desconocido, que es inevitable, que sucede como sucede, y que no se puede predeterminar, que hay que vivirlo. El mundo es un lugar incierto, contradictorio. Las expectativas y los anhelos son la enajenación de una persona. La pregunta por el objetivo del vivir, es la pregunta que orienta todo sentido. Para qué vivo, qué estoy haciendo de mi vida, adónde voy siguiendo este sendero. Una respuesta muy difícil de asumir es que nunca vamos a ir a ningún lado fuera de nosotros. Somos el principio y el fin del vivir, estar con nosotros lo vamos a hacer en cualquier lugar y momento, y lo que resulte de esa existencia con uno mismo, de la emergencia del estar en el mundo, con el mundo de uno, es inevitablemente el lugar que llevamos a todas partes, el momento del cual no podemos salir, más que transformándolo. La vida de una persona sería el viaje de quien está siempre en todo lugar, y en todo momento, en el lugar de su mundo, en el momento de su mundo, coexistiendo, consigo mismo y con los demás. Sea adónde sea que vayamos, siempre estaremos nosotros, y cuando no estemos el viaje habrá terminado. Sin haber llegado a ningún lugar objetivamente necesario o ideal, más que el que resultó en el momento del final de nuestra historia, una historia que tiene sus deseos, sus circunstancias, sus condiciones, sus decisiones, sus posibilidades, y que por más que grandiosa o precaria que sea es una, es la de uno, y es irreductiblemente la que se vive, y no otra. Y para entenderla y conocerla, hay que ser uno.

jueves, 18 de diciembre de 2014

¿Qué nos hace amigos?

Considero la amistad un puente hacia una dimensión afectiva libre de celos, envidias, odios y miedos, en la que se juega lo ético con lo estético, lo político con lo erótico. Alguna vez jugando definí la Utopía como un mundo donde todos somos amigos, y no hermanos, ya que tal relación puede establecerse en cualquier vínculo, respetando lo propio de que el vínculo sea de madre a hijo, o de novio a novia. La amistad es la dimensión afectiva de máxima acogida del otro junto a uno, y de máxima libertad entregada a la mutua autonomía de quienes se vinculan.

Por eso en una síntesis de tres ideas pongo aquí cuáles son los elementos que constituyen a una relación de amistad entre personas y que configuran esa dimensión de la experiencia humana fraternizadora que se puede llevar a cabo con cualquier otro u otra, llamada Amistad.


1. Tener algo en común: Creo que es el núcleo sustantivo de toda relación de amistad.  La comunalidad de algún deseo, actividad, talento, vocación, bien, entusiasmo no pasajero por la creación de ideas ridículas, lo que sea que sea un pretexto para unirnos a la otra persona. Encontrar en algún otro u otra un elemento de su vivir, un signo, un gusto, que nos compele a querer estar con esa persona viviendo el placer de ello es el motor de las amistades. Es más difícil hacer amigos con personas que no compartimos nada. Por eso decía que tiene que ver con lo ético, lo político, lo estético y lo erótico, cuando nos encontramos confluyendo por la vía del mismo sentir en alguna de esas dimensiones del vivir emerge un interés que es el de compartirlo.


2. El deseo de compartir. La amistad se nutre como las aves regurgitadoras que le entregan a sus crías el alimento masticado de una comunicación nutritiva que no repara en la propiedad de las cosas. Al abrirse la disposición a poner en juego lo de uno para que el otro o la otra pongan lo suyo se crea un espacio de celebración que es el jugar. Creo que no hay amistad sin juego; que es humor, y que es seriedad, que es una manera de vivir la compañía desde el desprejuicio y la falta de temor a la consecuencias, porque no se está solo, no se está abandonado. Se está con un alguien que tiene el mismo propósito y el deseo de compartir la misma suerte. Aquellos que tienen algo en común y que juegan a compartirlo, son como navegantes cósmicos en la exploración de una existencia llena de aventuras y a la vez desazones, que los une por el hecho mismo de compartirlas, porque en el compartirlas las viven como una realización del jugar que sólo puede ser hecha con aquel otro u otra.

3. El no tener prejuicios: La amistad es una invitación a liberarse de la certeza estupidizante del prejuicio. Encontrar en alguien virtud y defecto queribles y no punibles por el prejuicio nacido del temor y la discriminación, expande la unidad de lo social hacia una reparación de todo el daño que se ha cometido en nombre de la brutalidad de la segregación a través del prejuicio. No se puede hacer amigo teniendo prejuicios. La amistad sería la relación en la cual en vez de prejuicios vivimos conjuicios, una manera de enjuiciar donde respetamos los criterios del otro, y los aprendemos en su observar el mundo.

4. Respetar las diferencias: El puente de la amistad no puede ser cruzado por todas las partes del vivir de una persona a otra. Las diferencias son inevitables, pero pueden verse como una preferencia que tiene la otra persona que pone en jaque las nuestras y que por tanto aparece como amenazante y debe ser combatida. O puede aparecer como un espacio que se abre en la convivencia que permite la coexistencia y la diversidad, que debe ser cuidada y que la conservación de lo común a partir de esa diferencia es constituyente de un mundo democrático y profundamente maduro. Si lo pensamos, la amistad, es el síntoma de la salud en la convivencia, y es estructurante de la autonomía y la promoción de la colaboración entre los individuos.



domingo, 14 de diciembre de 2014

Tres razones por las que vivir es difícil.

Es común que pensemos que las dificultades que nos pasan a nosotros no le suceden a otros. Que simplemente para los demás es mucho más sencillo resolver sus vidas. Muchas veces diagnosticamos nuestro malpasar y sentimiento de autoestima deprimida con la responsabilidad del mundo cruel, individualista, conflictivo y voraz en el que vivimos, en el cual no hay lugar para contemplaciones y debilidades. 

Aunque considero que hay una parcial verdad en ello para explicar lo dificultoso que resulta vivir hoy (y siempre), voy a exponer tres razones por las cuales la vida ha sido, es y será complejamente dolorosa, incierta y dura para todos. Sin eso quitarle su color, alegría, juego y éxtasis que también existen; en realidad justificando esa parte del vivir.

1. Nadie sabe qué va a hacer de su vida: Podemos tener gradualmente decidido nuestro futuro, imaginado y proyectado, pero el día a día presenta sus contingencias y vicisitudes impensadas. No dirigimos el cambio, nos vamos guiando en su curso, intentando equilibrar las distintas fuerzas, energías, emociones, circunstancias, acciones y relaciones que realizamos a diario. Todas esas experiencias no podemos saber cómo serán hasta vivirlas, y al vivirlas no tenemos un plan prediseñado para saber qué hacer con ellas, tenemos que improvisar, reflexionar, crear. Eso le da al vivir una gran cuota de incertidumbre, dificultad, y al mismo tiempo dolor que nos pone necesariamente en la situación de tener que ser responsables y autónomos. Algo muy difícil. Eso es, ha sido, y será siempre así.

2. Nadie sabe si lo que está haciendo está bien o mal hecho: No existe una tabla de la Ley de lo que está bien o mal hacer, aunque alguna vez hayamos pensado que eso existía. Eso en realidad no es más que un sentido de obediencia ciego en el que pensamos que las cosas que alguien dice, por el lugar donde se encuentra, (padre, profesor, dirigente, amigo, pareja), tiene una razón de ser y una veracidad mayor que la que uno podría descubrir por sus propios medios, como si esa persona hubiera llegado a saber qué está bien o mal por un acceso privilegiado a la realidad. Todos vivimos nuestras realidades con el mismo grado de incertidumbre, inconsciencia, y temor a la equivocación. En realidad tal vez gradualmente seamos distintos, pero nadie puede evitar vivir esa experiencia y sensación. No existe ninguna forma de saber antes de la experiencia qué está bien o mal, lo único que podemos hacer es elegir, y hacernos cargo de las consecuencias. Y sobre todo, aprender, aprender sobre lo que cada experiencia y su circunstancia como se nos han presentado nos invitan a vivir.

3. Nadie sabe si será capaz o no de realizar sus objetivos: Todos nos proponemos llevar a cabo objetivos. Todo objetivo es momentáneo. Termina uno, empieza otro. Suponen dificultades, complejidades, barreras, frenos, filtros de censura, que hay que atravesar. Nadie sabe si será capaz o no de realizar su vida, de llegar, digamos, al final del camino. Es algo que vamos viendo, siempre vamos viendo. Puede que eventualmente no podamos y sucumbamos a una crisis estructural, que le sucede a la mayoría, o diría a todos, alguna vez en la vida. Puede que remontemos el horizonte de la dificultad con un poco más de consistencia, pero nadie, absolutamente nadie, sabe si será o no capaz de resolver su vida.

Eso es lo que hace la vida una aventura peligrosa, una marea rodeada de fuegos y cíclopes, que deben ser afrontados, para transformar ese mar agitado en la pradera que se esconde detrás, hasta que otra vez el reflujo de la dificultad nos ponga en la necesidad de ser valientes y creativos.

Entonces, Keep calm and dont give a fuck, (about what other people say).

domingo, 4 de mayo de 2014

La exigencia es una adicción.

Vivimos en la contradicción de querer algo que terminamos negando. Justificamos a su vez los términos de la negación de nuestro deseo, con un discurso que es contrario a lo que decimos que queremos. Veamos.

Pienso que todas las personas deseamos vivir en un bienestar relacional, donde nos movamos en armonía con nuestras circunstancias. Fluyendo, sin preocuparnos por las consecuencias, sino recogiéndolas a cada paso. De alguna manera, cuando hablamos acerca de cómo nos gustaría vivir, reflejamos esta visión.

Sin embargo, nos encontramos queriendo ese vivir, desde la exigencia, que es fundamentalmente contraria a la relajación y la confianza que implican el aceptar lo que sucede fluyendo con el suceder. Lo que es más dañino, es que justificamos el malestar que nos trae la exigencia, creando una trampa ciega en la cual no podemos ver cómo hemos entrado, ni cómo salir. Y eso lo hacemos cuando decimos: "Si no vas a fondo con las cosas, nunca vas a lograr nada", "Para hacer algo bien hay que exigirse", "Hay que buscar la excelencia", "En la vida hay que luchar por lo que uno quiere".

Quiero resaltar algunas características y consecuencias de la exigencia:

1. Es desgarradora emocionalmente, desorganizadora mentalmente, crea desorden mental. Al contrario de crear orden, crea caos. Esto se debe a que, el psiquismo genera espontáneamente sus mecanismos de regulación, que surgen en un espacio relacional configurado en el amar. En cambio, un psiquismo que se desarrolla en un espacio relacional configurado en el controlar, termina por enfermar. Todo lo que se exige mantener bajo control, por algún otro lado escapa. La mente es líquida, no se puede comprimir.

2. Con la exigencia desaparece el presente, y la presencia en el mundo. Siempre se hace necesario estar en otro lugar, en otro tiempo, resolviendo cuestiones ajenas a la existencia en su darse. Lo cual trae un descentramiento del vivir, que tiene como consecuencia el malestar emocional y relacional. No se puede amar a alguien que no está con uno, uno no puede amar a alguien cuando no está presente.

3. Con la exigencia aparecen la verguenza, la humillación, la culpa, la agresividad, todas dinámicas emocionales que llevan a un hacer patológico a nivel relacional. Desencadenan el stress, y el agotamiento. Son cercenadores de la deseo amoroso de estar con otros en el mundo.

4. Aparece la necesidad del resultado, inmediato, sin pensar en el proceso. Con el desaparecer del proceso, termina la continuidad del vivir, se desfigura la experiencia del mundo. Se ve de manera discontinua.

5. La exigencia desde el punto de vista del conocer, termina por buscar la certeza. Considera la certeza un valor. Lo estático, lo seguro, aquello que se define de una sola manera y que no tiene cambios, se considera necesario. Se piensa que sin verdad objetiva, no se podría vivir, todo sería caos. Lo cual es fundamental para la vivencia ideológica de cualquier principio vital asumido. Justificativo de la lucha, y negador del deseo.

La exigencia es una adicción. Una adicción nacida del temer. Con el temer surgen el poder, el control, el sometimiento y la exigencia. La reflexión, visionaria en ese sentido, permite curar la adicción a la exigencia, en la enseñanza y el aprendizaje de uno por uno mismo, de que aquello que se teme, puede transformarse en algo no temido. Que el temer y lo temido son una misma cosa. Que no están separados, y que surgen en la experiencia del hacedor, por lo tanto dependen de sí.