Los niños son sabios cuando pueden pasar del llanto a la risa sin vergüenza, arrepentimiento ni miedo. Es su libertad emocional alejada del control la que les permite hacer eso. El adulto acostumbrado a controlar cuando pasa del llanto a la alegría se encuentra en una contradicción y sufre. La terapia consiste en aprender esa sabiduría que nos invitan a vivir los niños en la convivencia. Sólo quien se olvida de sí mismo puede fluir en el vivir en armonía con sus circunstancias.
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