martes, 23 de junio de 2015

Exigencia: Iniciativa, Elaboración y Concreción.

Sostengo que la exigencia no es útil ni beneficiosa en ningún aspecto de la vida, que no mejora los resultados, que no nos hace mejores ni éticamente, ni productivamente. Aquí quiero desarrollar una problemática que atiende a las interferencias que genera la exigencia en el origen, desarrollo y conclusión de cualquier proyecto, actividad, propósito o intención personal.


La exigencia bloquea los mecanismos de iniciativa. Comenzar algo requiere sobrepasar las resistencias que se generan, llevando a la procastinación, o al retardo. Con la exigencia el paso que da lugar a la energía espontánea y entusiasta de realizar una actividad, a ese impulso propositivo que da génesis y forma a un abordaje y a una diagramación de lo deseado se vuelve doloroso, difícil, áspero de ser ejecutado. Las iniciativas con las exigencias sufren, porque aparece el camino a emprender como una tarea sumamente ardua y de la que debe obtenerse un resultado tan alto que movilizar en favor de ello rompe con el bienestar opuesto a ese estado por vivir. Lo que en muchos casos puede verse como abulia, desidia o falta de voluntad es en realidad un estado generalizado de tensiones y exigencias internas.


La exigencia hace el proceso, la elaboración como un camino insondable, inabordable, cansador, penoso y agitado. Quien logra vencer la resistencia a la iniciativa y emprende se encuentra en un camino que siempre se verá tentado por la posible frustración, fracaso y abandono. Toda dificultad refuerza y alimenta la sensación de la dificultad y la imposibilidad, llevando a la persona a padecer el desánimo, un estado crítico de infertilidad activa que hace el proceso una tarea sinuosa y desagradable. Muchas veces creamos discursos en los que valoramos la épica de quienes trascienden la dificultad, loando el barro del sufrimiento, como si la adversidad nos hiciera más fuertes, y como si cuantos más obstáculos tenemos que sortear más valioso resulta lo logrado. Esa significación de la epopeya personal está narrada en muchas películas, y visiones del sentido común, y termina justificando la vivencia del dolor, la impotencia y la frustración, que son en realidad las experiencias más frecuentes entre quienes valoran de esa manera, cuando el esfuerzo y la exigencia en realidad desmotivan antes que motivar.

Cerrar un proceso, un proyecto, una idea, una actividad, una relación, en el camino de la exigencia puede resultar imposible, o catastrófico. Las salidas que aparecen son críticas, a veces se puede llegar a algún estado de desequilibrio permanente que vuelve el resto del acontecer cotidiano muy angustioso de ser vivido. La concreción puede ser algo que se postergue reiteradamente, porque siempre hay algo que añadir, algo más que decir, algo más que hacer, y la perfección no sea alcanzada nunca. O porque la voluntad de hacer efectivo para uno mismo la realización de ello resulta en una tenacidad agotadora y destructiva para lo que se quiere hacer. La exigencia vuelve a la experiencia de concreción algo tan "grandioso", tan enorme, de una dimensión tan grande de ser ejecutado que propone a quien la vive de esa manera una suerte de inmolación, o se pierde todo al errar, o se gana todo de una manera tan grande que también resulta inaceptable, imposible de ser asumido y vivido.

La exigencia en primera y en última instancia de este camino es la dinámica relacional en la cual todo lo que se hace debe ser hecho con perfección, es decir sin error. La eliminación del error en la realización. Y como el error no puede ser eliminado del acontecer humano, sólo puede ser aprendido, esa disposición obliga a la constante reproducción recursiva, maníaca y en algún punto obsesiva, de no parar hasta hacerlo perfecto. Como el error siempre vuelve a aparecer, esa perfección resulta inconmensurable, irrealizable, y la persona se pierde en un embrollo de pensamiento y acción. Cuánto más exigente es por realizar algo, menos puede hacerlo, y más eso le lleva a reforzar su exigencia, un camino destinado a la locura.

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