martes, 6 de octubre de 2015

¿Por qué no podemos abandonar la sistemática producción de conflicto en la convivencia humana?

Si afirmamos que es imposible vivir un mundo sin conflicto, creamos las condiciones que hacen posible la existencia de ese mundo. Yo sostengo que la única manera de afirmar que es imposible terminar con la experiencia continua de sufrimiento y conflicto en las relaciones humanas es asumiendo que existe una naturaleza (de carácter objetivamente trascendental, es decir independiente de la acción de las personas) que está codificada de tal manera que ejecuta en su darse continuamente la presencia de conflicto y sufrimiento.

Sólo cuando damos cuenta que no es posible tener acceso a esa naturaleza, o mejor dicho, que las personas somos como nos comportamos, y que podemos ser tanto seres conflictivos como seres que conviven en armonía relacional es que podemos afirmar que tenemos la capacidad de crear un mundo libre del malestar continuo que aparece en nuestra cultura a diario. Es decir, en la medida en que somos capaces de ver, a través de una reflexión que lo hace posible, que la naturaleza humana es como se la vive, pero que no tiene un Ser predefinido, ni definido, sino que puede ser tanto de una manera como de otra, y que depende de lo que se quiere conservar en la convivencia lo que permanece y lo que se transforma, es que podemos dar cuenta que el conflicto y el sufrimiento son eliminables de nuestra existencia.

En última instancia, quien dice que el conflicto permanecerá en el mundo y es inevitable, así lo hace posible y presente. Y quien dice que el sufrimiento y el conflicto se pueden transformar hacia la vivencia de una armonía existencial, así también lo hace posible. Nadie por supuesto, está determinado a seguir una pauta de acción y pensamiento u otra, se está a veces en un cierto flujo emocional que hace posible una visión, y a veces se está en otro. Es lo que decidimos conservar y transformar lo que resultará de esa reflexión y de ese deseo.

No podemos abandonar la sistemática producción de conflicto porque nos encontramos atrapados continuamente en deseos contradictorios, producto de las tramas relacionales que vivimos donde se mezclan la invitación a coexistir y gozar del placer de la compañía con los demás y al mismo tiempo el continuo llamado a la obediencia y exigencias cruzadas en las cuales no queremos aceptar la legitimidad de la manera de vivir de los otros y otras.

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