domingo, 14 de diciembre de 2014

Tres razones por las que vivir es difícil.

Es común que pensemos que las dificultades que nos pasan a nosotros no le suceden a otros. Que simplemente para los demás es mucho más sencillo resolver sus vidas. Muchas veces diagnosticamos nuestro malpasar y sentimiento de autoestima deprimida con la responsabilidad del mundo cruel, individualista, conflictivo y voraz en el que vivimos, en el cual no hay lugar para contemplaciones y debilidades. 

Aunque considero que hay una parcial verdad en ello para explicar lo dificultoso que resulta vivir hoy (y siempre), voy a exponer tres razones por las cuales la vida ha sido, es y será complejamente dolorosa, incierta y dura para todos. Sin eso quitarle su color, alegría, juego y éxtasis que también existen; en realidad justificando esa parte del vivir.

1. Nadie sabe qué va a hacer de su vida: Podemos tener gradualmente decidido nuestro futuro, imaginado y proyectado, pero el día a día presenta sus contingencias y vicisitudes impensadas. No dirigimos el cambio, nos vamos guiando en su curso, intentando equilibrar las distintas fuerzas, energías, emociones, circunstancias, acciones y relaciones que realizamos a diario. Todas esas experiencias no podemos saber cómo serán hasta vivirlas, y al vivirlas no tenemos un plan prediseñado para saber qué hacer con ellas, tenemos que improvisar, reflexionar, crear. Eso le da al vivir una gran cuota de incertidumbre, dificultad, y al mismo tiempo dolor que nos pone necesariamente en la situación de tener que ser responsables y autónomos. Algo muy difícil. Eso es, ha sido, y será siempre así.

2. Nadie sabe si lo que está haciendo está bien o mal hecho: No existe una tabla de la Ley de lo que está bien o mal hacer, aunque alguna vez hayamos pensado que eso existía. Eso en realidad no es más que un sentido de obediencia ciego en el que pensamos que las cosas que alguien dice, por el lugar donde se encuentra, (padre, profesor, dirigente, amigo, pareja), tiene una razón de ser y una veracidad mayor que la que uno podría descubrir por sus propios medios, como si esa persona hubiera llegado a saber qué está bien o mal por un acceso privilegiado a la realidad. Todos vivimos nuestras realidades con el mismo grado de incertidumbre, inconsciencia, y temor a la equivocación. En realidad tal vez gradualmente seamos distintos, pero nadie puede evitar vivir esa experiencia y sensación. No existe ninguna forma de saber antes de la experiencia qué está bien o mal, lo único que podemos hacer es elegir, y hacernos cargo de las consecuencias. Y sobre todo, aprender, aprender sobre lo que cada experiencia y su circunstancia como se nos han presentado nos invitan a vivir.

3. Nadie sabe si será capaz o no de realizar sus objetivos: Todos nos proponemos llevar a cabo objetivos. Todo objetivo es momentáneo. Termina uno, empieza otro. Suponen dificultades, complejidades, barreras, frenos, filtros de censura, que hay que atravesar. Nadie sabe si será capaz o no de realizar su vida, de llegar, digamos, al final del camino. Es algo que vamos viendo, siempre vamos viendo. Puede que eventualmente no podamos y sucumbamos a una crisis estructural, que le sucede a la mayoría, o diría a todos, alguna vez en la vida. Puede que remontemos el horizonte de la dificultad con un poco más de consistencia, pero nadie, absolutamente nadie, sabe si será o no capaz de resolver su vida.

Eso es lo que hace la vida una aventura peligrosa, una marea rodeada de fuegos y cíclopes, que deben ser afrontados, para transformar ese mar agitado en la pradera que se esconde detrás, hasta que otra vez el reflujo de la dificultad nos ponga en la necesidad de ser valientes y creativos.

Entonces, Keep calm and dont give a fuck, (about what other people say).

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