sábado, 3 de marzo de 2012

¿Qué historia podemos cambiar?



Para cambiar la historia, la de la humanidad, la personal, la cultural, es necesario primero conocerla y tenerla. Todas las historias son una sola historia. Estamos todos dentro de una misma historia de conversaciones comunes y recurrentes que nos llegan a todos, de distinta manera. Pero no sólo nos llegan, no somos un mosaico, sino una trama, una red, en la que hacemos y decimos y nos hacemos y decimos en ese hacer y decir.

El espacio de nuestra existencia no sólo es creado por nosotros sino que nos recrea. Todos los sistemas vivos desarrollan y se comprenden dentro de un ecosistema, circular, en la que la circunstancia es acción y la acción circunstancia, y en los sistemas autoconscientes como los nuestros no sólo lo es así sino que además lo podemos conocer, podemos conocer nuestro medio y a nosotros en interacción con él, siendo a su vez ese conocimiento una acción en él que lo modifica de manera tal que lo hace autoconsciente.

Por eso la historia de nuestra sociedad está en armonía con la historia de los individuos, con las de otras sociedades de otros individuos y todas en consonancia por su cultura humana, en la que nos desarrollamos en el lenguaje, nuestro modo de vida común. No es sólo un instrumento simbólico, sino un modo de acción, de relacionarse.

Nuestra manera de ser y hacer es común y recurrente, y para cambiarla hay que tenerla primero y conocerla después. A todos nos inicia el fuego del dolor. Primero vivimos espontáneamente nuestra humanidad, nuestra existencia, y luego con el dolor tomamos conocimiento de todas las dimensiones de la autonomía operacional en la que hacemos y decimos, y de las consecuencias de ello, de la responsabilidad y la seriedad de hacer y decir. El dolor nos distancia, nos separa. Se puede empezar a salir del dolor cuando podemos conocer que lo que conocemos tiene una historia de ser hecha y dicha, que somos ella y que no podemos exigirla a ser distinta, sino transformarla.

Lo que nos hace libres es que podemos hacernos cargo de nuestras vidas. Que eso implica poder conocer el curso de nuestra historia, de nuestra coherencia operacional, que existe en concordancia con las otras historias personales, porque ha cambiado en un movimiento de coordinación de acciones recurrentes que nos han hecho las personas que somos, y que podemos reflexionar sobre esa historia de nuestra manera de hacer y decir, pudiendo conocer el devenir de esa transformación y pudiendo elegir cómo continuar esa transformación.

Ciertamente no podemos elegir independientemente de las consecuencias que cada elección trae consigo.  Ciertas elecciones tienen ciertas consecuencias, pero sólo podemos saber de ellas asumiendo la libertad de elegirlas y de querer conocerlas. La pregunta es, qué humanidad queremos, una dónde cada uno asuma la responsabilidad de ser sí mismo y de ser con los demás, o una donde exista la autoridad y la obligación y no podamos más que obedecer y no querer nuestras acciones.

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