martes, 5 de noviembre de 2013

¿Qué elegimos: razones o mundos?


Solemos pensar que nuestro desenvolvernos en el mundo es parte de operaciones de entendimiento racional. Cuando no lo es, lo racional es algo que varía de acuerdo a lo emocional, el verdadero fundamento del entendimiento.

-Lo emocional es que lo que guía el curso de nuestro relacionarnos, y de nuestro movernos en el mundo, de manera que todo lo que surge discursivamente, y racionalmente como las coherencias lógicas de nuestro discurrir, dependen de la emoción, que se entrecruza con el lenguaje (pensamiento, ideas, explicaciones...) y da lugar a todas las formas del vivir.

-De manera que no existen ideas o discursos más verdaderos que otros. Todo lo que una persona dice forma parte de ser quien es, que es conocer como conoce, a partir de sentir como siente. Por eso, todo discurso es verdadero, a menos que la persona mienta, pero eso es algo que sólo puede saber ciertamente la persona. Aunque no todas las discursividades son igual de válidas. La validez es algo que depende también de la emoción, con la cual aceptamos o rechazamos un discurrir que expresa las coherencias del vivir de una persona. Es decir, cuando escuchamos a una persona, estamos escuchando las explicaciones, argumentos, ideas, acerca de cómo esa persona vive, en qué mundo habita, y cómo quiere relacionarse, de manera que todas las coherencias de su discurso no son racionales, sino nacidas de su deseo. Por eso, en cada conversación lo que se pone en juego es, si queremos seguir el camino de esa persona, y construir esa misma realidad, o no hacerlo.

-Este discurso no es algo que nazca de la racionalidad objetiva, sino de que a mí me gusta ver el mundo de esa manera, porque creo que me sirve para habitar el mundo que yo deseo.

-Todo conocer nace de un sentir, es de hecho una particular sensibilidad transformada en formas del mundo, con la cual le damos sentido a nuestra existencia.

-Por eso, los mundos que aceptamos como verdaderos, son los mundos que construímos, y no hay ningún mundo ni ninguna sociedad objetiva. Sino todas surgidas a partir de nuestra reflexión y nuestra mirada. De manera que si hablamos de un mundo desagradable, es porque estamos construyendo ese mundo, y no porque éste exista en sí mismo. Si deseamos hacer más agradable el mundo, debemos cambiar la emoción con la cuál nos conducimos que crea las dinámicas relacionales con las cuales creamos el mundo del cual estamos hablando.

-La realidad es algo que surge a partir del ser humano como creador de realidades, y no algo que está antes que nosotros, preestablecido, fijo. Podemos producir tantas realidades como nuestra estructura en determinado momento nos lo permite. Y transformar ésa estructura es algo que depende de nosotros, del preguntarnos por nuestro querer, y ver si queremos querer lo que queremos, o no.

-El universo no es lineal, es circular, todo lo que hacemos nos hace, todo lo que construimos nos construye, creador y construcción están unidos. No separados. Somos el mundo que habitamos.

-Los debates ideológicos son completamente infructuosos porque intentan debatir desde lo racional tratando de demostrar la invalidez del quehacer y del discurrir del otro ocultando las emociones que son el verdadero fundamento del desentendimiento que surge a partir de guiarse por principios distintos del otro que aceptamos a partir del deseo y la emoción.

¿Es el error un error?


En la cultura en que vivimos censuramos el error, lo castigamos, y queremos desterrarlo para siempre. ¿Pero, es posible erradicar el error del mundo?

-Creemos que se puede establecer cuáles son las percepciones y cuáles las ilusiones en una tabla categórica de todas las cosas del mundo. Pero eso no es posible. Porque primero para conocer hay que experimentar, y la experiencia se hace desde adentro, y no desde afuera. La única manera que tendríamos de no equivocarnos sería estar fuera del mundo, y poder verlo desde ahí, de manera de gobernarlo completamente. Esa, suele ser la experiencia que tienen de sí los psicóticos. El mundo sólo puede ser vivido desde adentro, con toda su turbulencia e intensidad, intentando guiar el curso del fluir del vivir a partir de la reflexión, que siempre se verá limitada a darse cuenta de los errores una vez cometidos. Y que a partir de esa experiencia establezca criterios para no equivocarse. Pero para saber que algo es un error primero hay que conocerlo. No hay otra.

-El error es lo mejor que puede pasarnos. Para que el sentido del vivir sea tal se necesita que la experiencia humana se vaya corrigiendo y transformando a partir de ir tanteando por dónde quiere ir y cómo quiere construir su camino. El error es organizador y estructurante. Sólo a partir de su existencia podemos discernir que queremos algo distinto de otra cosa que nos pareció equivocada, infructuosa, indeseable. El error tiene una necesidad ontológica de ser en el mundo, sin él no se podría discernir.

-El castigo al error reproduce lo que el castigo intenta enmendar. El castigo de un niño que un padre ve como rebelde termina produciendo un niño rebelde y agresivo que destruye el mundo en que vive. De manera que en gran parte, los sometidos que se convierten en sometedores son parte de este juego vicioso de castigar lo equivocado, por no aportar reflexión y aceptación para remendar el camino equivocado. Cuando una persona está tomando un camino que nosotros consideramos indeseable, una postura más productiva es preguntarse por los fundamentos que hacen que esa persona haga lo que haga, y ofrecerle un camino distinto a partir de preguntarle de alguna manera: ¿En verdad querés seguir por ese camino, o desearías hacer algo distinto? Si existiese esa instancia de reflexión anterior, serían evitables muchas guerras que se dan por puntos sin retornos de intenciones destructivas.

-Vivimos en la hipocresía de castigar y burlarse de los errores ajenos y en la incapacidad de ver los propios. Ésta disociación reproduce los términos de nuestro temor a equivocarnos y por lo tanto del error que surge a partir del temor al error. De manera que la lógica de seguir en el juego de reprimir el error sólo crea nuevas instancias para que la batalla de desentendimiento humano continúe.

-Tenemos dos posturas: Que está mal que las cosas salgan mal, y que no está mal que las cosas salgan mal. Aceptar que las cosas salen mal es la única forma de salir del error. La exigencia y el castigo lo único que consiguen es padecer, culparse, temer. De un error se sale con confianza, reflexión y motivación. Podríamos pensar que las personas que matan estarían en las puertas de poder seguir viviendo en el mundo si existieran dispositivos relacionales en los cuales aceptáramos como posible cualquier error, incluso llegar a matar a otra persona.

-Si uno no se puede equivocar, no puede ser libre. Con lo cual el afán de perfección es un afán de perder toda libertad creativa, de improvisación y de movimiento en la vida. Es decir, petrificarse en la rigidez.

-Comprender el sentido de lo erróneo y lo equivocado en lo humano, es comprender cabalmente qué clase de seres somos. Nos da otro entendimiento acerca de cómo relacionarnos, y qué esperar del otro.

-¡Viva el error, y la salud de los que aceptan equivocarse! ¿Y porqué no aceptar a los que no aceptan que se equivocan, también vivan ellos, no es un error que no se den cuenta que se equivocan?

domingo, 3 de noviembre de 2013

¿Qué le ofrece el amante al amado?

-El amante le ofrece al amado la posibilidad de juego, de danza, creatividad, humor. Todo con el sentido de no pensar en las consecuencias, sino en dejarlas darse.

-El amante le ofrece la posibilidad de desarrollarse, y le crea los espacios para que eso suceda, es un sembradío propicio para crecer en la libertad de ser uno mismo sin exigencias.

-El amante no le ofrece la perfección, ni busca que el amado la tenga. El deseo de un amado total, pleno, absoluto, infinito, puede ser una experiencia recurrente en el enamoramiento, período de expansión de la sensualidad sin formas. Pero luego uno encuentra las formas, y las coordinaciones que hacen al moverse con el otro o la otra, y entonces surgen los bordes. Límites que le dan sentido a las búsquedas y al encuentro, que se están transformando todo el tiempo, pero que el intento de forzarlos es infructuoso.

-El amante le ofrece el cuerpo, y como tal le ofrece una sensualidad en la cual volcarse, y permeabilizar el sexo del otro o la otra de manera de construir una cosensualidad en la que el encuentro con ése alguien expanda la existencia del amante.

-El amante es la oportunidad de construir intimidad, que es lo que necesita toda persona para gozar de salud. Las personas que pueden construir intimidad con otras personas, están evidenciando una estructura saludable. Abrirse a la ternura es parte de un juego humano de verse y tocarse donde se recibe al otro o la otra desde el dejarse ser tocado en la confianza de relajarse en la sensibilidad de ése otro.

7 ideas acerca de la vocación.

Aquí van algunas ideas que intentan incentivar el entendimiento y la búsqueda de la vocación.

-Vocación es un modo de vida. Un músico existe en el hacer música, y como tal en ese hacer se hace a sí mismo como ser que habita en el entendimiento y en el querer escuchar, ver y hacer música. De manera que la mentalidad, las dinámicas corporales que hacen a su manera de moverse, su sensibilidad, su valorar el mundo, se encuentra en relación y en acción gracias a la música. Lo mismo pasa con cualquier otra vocación. Porque es un camino, un sentido, un entendimiento. Por eso yo pienso que es más edificante y fundamental encontrarse a sí mismo en un hacer relacionado con la vocación, que pensarse en relación a un trabajo o actividad productiva no relacionada con ella pero más remunerativa, siendo que el sentido de la vida está haciendo lo que nos gusta, y que la vocación es lo más fácil de disfrutar.

-Vocación y profesión llevan caminos divergentes muchas veces. La profesión, el trabajo de aplicar los conocimientos en una actividad productiva remunerada, suele no tener consonancias con lo que sabemos y nos gusta hacer. Es un camino arduo a veces, poder encontrar el lugar adecuado donde derramar el amor por la vocación.

-Es falso creer que aquellas personas que tienen éxito y reconocimiento social tienen más libertad, poder, fuerza y valor que aquellas que no se encuentran en ese medio. Muchas personas con gran talento no están rodeadas de prestigio, incluso se podría decir que no hace falta que lo tengan. Porque, si bien parece que el éxito legitima, no tiene porqué ser así. La riqueza está en ser uno mismo, y disfrutar de lo construido. La búsqueda de fama por la fama misma sólo produce enajenación. No está mal buscar el reconocimiento, lo que sí es cierto, es que hacer algo sólo por él, empobrece la actividad que uno lleva a cabo.

-Sin vocación se está desorientado. La vocación como moda de vida está sucediendo todo el tiempo, en todo lugar, bajo cualquier circunstancia, por eso, es ordenadora, creadora de las formas del vivir y del convivir con los demás, da sentido a la identidad.

-Seguir una vocación es animarse al deseo que quiere volcar toda su potencia en el mundo, es un signo de salud, y de entusiasmo.

-Si te dedicas a hacer lo que te gusta, de la manera en que más te gusta, siempre habrá alguien que llegue a reconocértelo, y eventualmente a pagarte por ello.

-Para encontrar la vocación hay que encontrarse con uno mismo. Es un preguntarse por quién soy a través del cómo quiero, y qué hago.