domingo, 4 de mayo de 2014

La exigencia es una adicción.

Vivimos en la contradicción de querer algo que terminamos negando. Justificamos a su vez los términos de la negación de nuestro deseo, con un discurso que es contrario a lo que decimos que queremos. Veamos.

Pienso que todas las personas deseamos vivir en un bienestar relacional, donde nos movamos en armonía con nuestras circunstancias. Fluyendo, sin preocuparnos por las consecuencias, sino recogiéndolas a cada paso. De alguna manera, cuando hablamos acerca de cómo nos gustaría vivir, reflejamos esta visión.

Sin embargo, nos encontramos queriendo ese vivir, desde la exigencia, que es fundamentalmente contraria a la relajación y la confianza que implican el aceptar lo que sucede fluyendo con el suceder. Lo que es más dañino, es que justificamos el malestar que nos trae la exigencia, creando una trampa ciega en la cual no podemos ver cómo hemos entrado, ni cómo salir. Y eso lo hacemos cuando decimos: "Si no vas a fondo con las cosas, nunca vas a lograr nada", "Para hacer algo bien hay que exigirse", "Hay que buscar la excelencia", "En la vida hay que luchar por lo que uno quiere".

Quiero resaltar algunas características y consecuencias de la exigencia:

1. Es desgarradora emocionalmente, desorganizadora mentalmente, crea desorden mental. Al contrario de crear orden, crea caos. Esto se debe a que, el psiquismo genera espontáneamente sus mecanismos de regulación, que surgen en un espacio relacional configurado en el amar. En cambio, un psiquismo que se desarrolla en un espacio relacional configurado en el controlar, termina por enfermar. Todo lo que se exige mantener bajo control, por algún otro lado escapa. La mente es líquida, no se puede comprimir.

2. Con la exigencia desaparece el presente, y la presencia en el mundo. Siempre se hace necesario estar en otro lugar, en otro tiempo, resolviendo cuestiones ajenas a la existencia en su darse. Lo cual trae un descentramiento del vivir, que tiene como consecuencia el malestar emocional y relacional. No se puede amar a alguien que no está con uno, uno no puede amar a alguien cuando no está presente.

3. Con la exigencia aparecen la verguenza, la humillación, la culpa, la agresividad, todas dinámicas emocionales que llevan a un hacer patológico a nivel relacional. Desencadenan el stress, y el agotamiento. Son cercenadores de la deseo amoroso de estar con otros en el mundo.

4. Aparece la necesidad del resultado, inmediato, sin pensar en el proceso. Con el desaparecer del proceso, termina la continuidad del vivir, se desfigura la experiencia del mundo. Se ve de manera discontinua.

5. La exigencia desde el punto de vista del conocer, termina por buscar la certeza. Considera la certeza un valor. Lo estático, lo seguro, aquello que se define de una sola manera y que no tiene cambios, se considera necesario. Se piensa que sin verdad objetiva, no se podría vivir, todo sería caos. Lo cual es fundamental para la vivencia ideológica de cualquier principio vital asumido. Justificativo de la lucha, y negador del deseo.

La exigencia es una adicción. Una adicción nacida del temer. Con el temer surgen el poder, el control, el sometimiento y la exigencia. La reflexión, visionaria en ese sentido, permite curar la adicción a la exigencia, en la enseñanza y el aprendizaje de uno por uno mismo, de que aquello que se teme, puede transformarse en algo no temido. Que el temer y lo temido son una misma cosa. Que no están separados, y que surgen en la experiencia del hacedor, por lo tanto dependen de sí.