domingo, 26 de febrero de 2012

Madurando el desarrollo de la intimidad.



La intimidad no es aquello que sucede fuera de la mirada de los otros. La intimidad es lo que sucede en la cercanía de la mirada del otro, y también en la cercanía de la mirada con uno mismo. Nos desarrollamos en la madurez cada vez que vamos asumiendo una intimidad con nuestra soledad más tónica, más estimulante y comprensiva.

Pienso que es patológico no tener intimidad. Y que lo es a su vez tener una intimidad interrumpida, por pensamientos o percepciones ajenas o enajenadas, donde se hacen presentes otros cuando no lo están. La intimidad es la música que está en el silencio, mirando un paisaje, cambiándose la ropa, bañándose, leyendo un libro en el parque, donde hay otros compartiendo la existencia armoniosamente, todos los lugares y los momentos donde hay una conversación amorosa con uno mismo.

La ternura es una clase de meditación donde nuestra sensualidad expande su continente volcando su contenido en otra sensualidad, o en una sensualidad replegada sobre sí misma. Donde hay encuentro y hay mirada. Siempre hay mirada tácita o explícita en el lenguaje, está en la piel de las palabras, o está en la expresión del rostro. En un banco, en un local comercial, en un colectivo, donde las personas compartimos el espacio existencial respetando esas miradas, o temiéndolas.

Es bello observarnos, y es bello ser observado. Porque en la observación está el comienzo de la intimidad, como los amigos que comparten un universo perceptual donde pueden ponerle seudónimos a los integrantes del grupo porque conocen y coinciden en sus observaciones. Como los amantes que tienen juegos de palabras y de sensaciones porque se han inspirado mutuamente miradas, y ahora su mundo es el mundo de dos que en la unión se hacen uno, para nutrirse y luego volver a ser el de cada uno. La mitosis y la meiosis del amor, la que empieza con el nacimiento de la madre, y el nacimiento del hijo.

Una humanidad sana es un estrecho entre dos continentes y su mar, el fluido que transmite las vibraciones de la vida al cuerpo, el mar del cambio, donde existen las transformaciones constantes, y donde somos nuevos cada día, donde cada mujer es para cada hombre una nueva humanidad, cada mujer y cada hombre para sí mismos una nueva persona con cada oscurecer y amanecer. Ésa es la dialéctica de la intimidad, el nacimiento y la muerte de nuestras individualidades, todos los días.

1 comentario:

  1. No se bien que decir, pero seguí publicando, que movilizas al que lee. Tus textos abren el panorama de juego como cuando lo agarra el diez y avanza con pelota al pie con la cabeza levantada.

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