domingo, 12 de febrero de 2012

Conocer el conocer moral.


Qué es la moralidad. No qué es la moral. Porque somos en la moralidad, la moral como un conjunto de normas en abstracto que se pueden conocer independientemente de la persona y que son estáticas no existe. Es una equivocación verlo de esa manera. Pero entonces, qué es una equivocación, ¿es entonces una equivocación algo inmoral?. Porqué lo hemos aprendido así, hay algo de la equivocación que es inmoral. ¿Cuándo uno se equivoca?. Cuando uno actúa desde la ignorancia, aunque no me gusta mucho esa respuesta, parece ser cierta. Lo que sucede es que en el fondo me estoy preguntando lo mismo, cómo sé que una respuesta es cierta, y cómo se que es incierta, o que estoy equivocado. Porque el conocer el mundo, en cualquiera de sus dimensiones, es un conocerlo moralmente también. Quizás la pregunta está mal formulada. ¿Cómo puedo yo saber si estoy equivocado fuera de mí?. Yo soy la pregunta y yo soy la respuesta. Pero entonces qué pasa. Pasa que si yo soy ambas cosas, ¿cómo es que existe la comunicación?. ¿Quiénes son los otros?. Tal vez los otros no existan...de esa manera, fuera de mí. En eso está lo que no entiendo, cuando pienso, de qué me río cuando me río de lo que alguien dice, porqué para mí no es algo espontáneo, como preguntar sobre algo que pienso que le puede hacer sentir mal al otro, o expresar una opinión de desacuerdo con los demás, de enojo, una crítica, una observación. No me parece una obviedad mi risa, ni mi opinión, ni mi crítica, ni mis observaciones. Cómo sé que todas esas cosas tienen sentido de ser dichas, que tienen un contenido de verdad. Tal vez no lo tienen. ¿Qué es lo que tienen si no lo tienen? ¿Porqué busco la respuesta?. Porque tiene que ver con lo que conozco, la moralidad y la ética.

Moralidad es lo que aceptamos como posible de ser hecho y de ser dicho en el mundo. Pero hay dos dimensiones de la experiencia a ser tenidas en cuenta. La exterior y la interior. Hay una que tiene sentido respecto de lo que yo siento, y otra que tiene sentido respecto de lo que yo veo que hago y digo. Parece en esa segunda dimensión de la experiencia que sucede la ética, y en la primera sucede la moral. La moralidad es mía, solamente mía, si la comparto o no la comparto es algo que sucede en un espacio relacional interpersonal al que yo llamo ética, o ético. Por eso muchas veces nos interesa más cómo quedamos con el otro que lo que nosotros sentimos por el otro en el momento de decir lo que decimos. Somos hipócritas, porque después no podremos evitar mostrar nuestras verdaderas emociones, nuestro desagrado. Entonces, en ese caso, somos morales, pero no somos éticos. Porqué pensamos que ser ético es respetar lo que dice el otro sin mostrar desagrado, sin negar al otro, sin rechazarlo. En mi moralidad veo que estoy obligado a aceptar la ética del respeto y del amor, no puedo sentir rechazo hacia otra persona. Qué pasa si siento rechazo, qué pasa si mi moralidad no es ética, soy culpable.

¿Qué pasa si no cumplo con los mandatos de mis padres, de mis profesores, de mis políticos, de mis grupos de sociabilidad? Entonces siento rechazo hacia mí mismo. Ése es el precio que pagamos por ser aceptados, por no ser rechazados, ser como los otros quieren que seamos. Una construcción que desarrollamos a medida nuestra, y que nos enferma. Nunca podemos ser como los otros quieren que seamos, sólo desarrollamos el deseo de agradarlo o agradarla a expensas de nuestros sentimientos. Lo que hacemos es tratar de seguir su moralidad. Pero si en algo somos poco parecidas las personas, es en nuestra moralidad. Pero entonces, si todos queremos cosas distintas, si todos sentimos cosas distintas respecto del decir y del hacer, ¿qué tipo de convergencia puede haber? ¿Podemos vivir siempre en la convergencia? ¿No sería ése un pésimo mundo? ¿La falta de convergencia no tiene que ver con que todas las personas tenemos historias distintas?

¿Cómo podemos conocer una moralidad en la que no suceda el desgarro del sufrimiento? Porque el sufrimiento y la moral tienen que ver con que nos encontramos en un espacio donde nuestro discurso resulta insatisfactorio. Y eso visto desde cómo puedo conocer una moralidad en mi mundo que esté en relación con los mundos de los otros respetándolos y amándolos, es decir, cómo estar en un discurso satisfactorio que sea a la vez ético, se complejiza. Éso es lo que hemos aprendido, que ser nosotros mismos es pecaminoso, que ser agresivo, ser vanidoso, ser frívolo, ser lujurioso, ser crítico, ser despectivo, en definitiva, todas las formas del rechazo y de la negación son inmorales. Pero hemos aprendido esa moralidad desde otra clase de rechazo, el rechazo al mundo. Y la verdad es que somos mundanos, y como mundanos todos tenemos rechazos al mundo, y todos tenemos negaciones, y ambiciones, y en el fondo de todo, deseos. Porque nuestra cultura está en contra en el fondo del deseo, por su moralismo. Somos moralistas de la verdad y del deseo, y como tales somos negadores de la verdad y del deseo. De la nuestra y entonces de las de los demás.

Volviendo al comienzo y resumiendo, ¿cómo puedo ser yo mismo siendo ético? ¿Cómo puedo conocer el mundo de una manera adecuada?. La respuesta está en que siendo yo mismo, soy ético, y la manera correcta de conocer el mundo está en el respeto y la aceptación de mí mismo. En todas sus dimensiones, en las del rechazo y la negación también, porque forman parte de mi moralidad, y como tales de mi mundo, y si las niego, lo único que consigo hacer es reproducirlas. No queda otra que ser de vez en cuando, dentro de la moralidad que me constituye, ser inmoral. Porque esa inmoralidad existe en un dilema de conocimiento moral donde no puedo ser yo mismo porque no me lo permito. Ésa es la contradicción de nuestra cultura, que para ser nosotros mismos tenemos que lograrlo siendo quienes no queremos ser, siendo otros, negando las condiciones morales que nos constituyen individualmente, negando por lo tanto sus emociones y sus deseos.

El proceso transformador de la persona consiste en la aceptación de sus deseos y de sus emociones en la forma en que se presentan. En ese proceso pasaremos por sentirnos faltos de ética y de moralidad, pero lo cierto es que negando nuestros deseos y nuestras emociones somos faltos de ética y de moralidad.

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