martes, 24 de abril de 2012

Hacer, las acciones del vivir social...

El decir no sólo es un fundamento del hacer. Es también una manera de hacer nuestro mundo. En nuestro mundo humano no sólo podemos describir lo que vemos, sino que a se vez podemos usar esas descripciones como descripciones de otras cosas a decir. Eso es lo que se llama recursividad, el lenguaje habla del lenguaje mismo. Esos mundos que creamos con nuestras explicaciones, son no sólo cosas dichas, sino cosas hechas, nuestra manera de hacer relacionalmente, socialmente, es habitando en el lenguaje. Decimos cosas no sólo para coordinar nuestro mundo y realizar nuestro vivir social, sino que a su vez usamos nuestras coordinaciones como elemento de otras coordinaciones que pasan crear un nuevo espacio de acciones.

Por ejemplo: No sólo podemos estar en la mesa hablando con otras personas y coordinar acciones, en una verdadera conversación, para ordenar la mesa y poner la fuente de comida en un lugar de manera que no se tenga que sacar nada de la mesa y que se pueda comer, sino que además utilizamos esas acciones como fundamento de otras acciones, que es poder hablar de lo que acabamos de hacer cuando estabamos ordenando la mesa entre todos. Es decir nuestras acciones pueden ser vistas como acción, justamente por una nueva acción que es la de ir recursivamente sobre las acciones anteriores. Y así es el proceso de la consciencia. Y así es el proceso social de relacionarse, todo el tiempo, una acción lleva a la otra, y se encandenan. Nunca podemos estar sin acción.

Y las emociones definen no sólo el espacio de nuestras acciones, el modo en que las realizamos, sino nuestra manera de conocerlas. No es lo mismo ir de un lado al otro pacientemente que ir de un lado al otro ansiosamente.

Yo personalmente creo que el deseo es el problema de las relaciones humanas y de la felicidad. No tener deseos, sino no poder no tenerlos. Una vez que estamos dentro de un deseo, y no podemos no tenerlo, es como decir, yo sólo puedo existir haciendo ésta cosa, si no hiciera esta cosa, es decir, si mi deseo muriera, no podría hacer nada. Por eso creo que cuando estamos felices, satisfechos con nuestro hacer, nuestra vocación no pasa por realizar un deseo particular, sino por hacer con el placer lo que estamos haciendo. La vocación espiritual de toda la humanidad es vivir, vivir cotidianamente. Sin expectativas, sin objetivos puestos en los resultados. Porque esa es la manera en que se construye un entendimiento de acciones basado en la cooperación, el respeto y el amor. 

Otros espacios relacionales, fundados en otras emociones perturban el vivir social. La exigencia por ejemplo. El acto de reflexión, que es la pregunta acerca de los fundamentos de las acciones que estamos llevando a cabo, es decir, qué emoción en este momento está construyendo mi mundo perceptual, el mundo que hago y que conozco, es un acto sobre los demás actos, que guía el espacio en el que estamos habitando hacia una transformación satisfactoria. Por eso reflexionar es algo que surge con el dolor, y no con la alegría.

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