martes, 7 de junio de 2016

4 ideas para repensar nuestras historias individuales y colectivas.

-Ninguna forma de vida humana es mejor que otra. La colaboración no es superior a la competencia, la igualdad no lo es a la desigualdad, el conocimiento no lo es a la ignorancia, el capitalismo no lo es al socialismo y así. Son tan solo distintas. Digo que no son mejores porque configuran otros sistemas de relaciones humanas, otras humanidades, y porque la matriz cultural de la existencia humana no puede mejorarse sino transformarse de una forma a otra. El ser humano nunca es mejor ni peor, es siempre otro. Que sean distintas no quiere decir que no sean para nosotros unas formas más deseables que otras. Es más, es el hecho de que sean más deseables unas que otras lo que orienta la transformación de un modo de vida hacia otro.

-El tiempo no avanza ni retrocede. El tiempo de la historia humana, sea individual o colectiva, es un continuo aparecer y desaparecer, transformarse de un momento a otro, de una circunstancia a otra. Dónde ocurre ese tiempo es siempre en la convivencia humana. Toda la historia es la historia de la convivencia humana. No de ideas, o leyes que gobiernan la acción de las personas o sociedades. Por eso toda la historia de la humanidad es historia cotidiana.

-Ningún individuo elige racionalmente ser quien es ni hacer lo que hace. Para que ello ocurriera sería necesario que pudiera conocer fuera de la experiencia los mundos a elegir y que pudiera discernir entre ellos para saber cuál le es más óptimo. Como se conoce siempre en la experiencia y en el mundo, se decide siempre dentro del flujo del vivir. Y se decide desconociendo las consecuencias y los mundos que ocurrirán de esas consecuencias. La persona surge para sí misma en el curso de una historia de relaciones con otros, no preexiste. Es difícil decirlo, y pensarlo. Pero nuestro yo no está fuera de nosotros dirigiendo nuestra historia, sino que el yo es un algo que surge en una historia de interacciones humanas que no pusimos a funcionar. Ocurrimos en el ocurrir del vivir.

-Nadie puede dirigir la historia. Si bien hay quienes pueden tener mucho poder y sus acciones tienen consecuencias de mucho mayor envergadura que las de otras personas. Pero aún así no hay nadie, ni en ningún lugar existe un centro donde se diseñan las acciones que otros seres humanos serán instruidos a realizar. La historia de la convivencia humana es siempre una historia que versa sobre el consenso, o sobre sus vicios como la coerción. Y que la historia humana sea definida por el consenso implica que: nadie puede instruir en otros lo que pensar, sentir o hacer. El ser humano no está estructurado de tal manera que se pueda manipular de esa manera. El oír está determinado por el que escucha, no por el que habla. El obedecer por el que obedece, no por el que manda.

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