Acarició su pelo, las hojas se arracimaban en la esquina. Se sentó a su lado y lo besó. Él no dijo nada y eso creó más intriga. Sonrió y miró hacia otro lado. El viento soplaba lento y cálido como si fuera una armónica soplada con cariño por un niño. La tarde era espeluznante, parecía una obra de teatro llena de objetos y dos personajes maravillosos. Ella lo saludó con la mano y le dijo, un placer conocerlo señor Gregori.
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