domingo, 15 de febrero de 2015

Tres ideas: ¿Qué estoy esperando? ¿Soy protagonista de la historia? ¿Voy a encontrar algo después de todo?





1. No desvivirse por nada en el mundo: La excitación del apasionado, es la de quien no puede esperar por vivir. Por vivir ese algo que aparece reverberante y rugiente en su cuerpo, que necesita alcanzarlo con toda la potencia de su aprehensión porque si no lo tiene se desvive. Muere en el acto de no tenerlo, muere en el acto de alcanzarlo de manera crucial, sumatoria de todos los goces de poseer la suplencia de lo que faltaba. Mi idea es que no, no te desvivas por nada. Que quiere decir, esperar, ser paciente, por todo. El vivir es algo que nos ocurre que no elegimos racionalmente con conocimiento de lo que vendrá, nos vemos en el fluir de los acontecimientos en la deriva del mundo recogiendo lo que este trae a la mano en cada momento. La paciencia es la consciencia cada vez más profunda y cadenciosa de quien sabe que todo lo que tiene es el presente y que este no es una filmina instantánea que se pierde continuamente entre el pasado y el futuro. Sino que es todo el espacio de existencia, todo el volumen de lo concebible, y de lo hacible. No desvivirse por nada, todo lo que hay es ahora, todo lugar donde se va es aquí. Ese aquí y ahora son la presencia de uno en su cuerpo, habitando en el transformarse en las emociones, acciones, pensamientos, circunstancias.

2. Con esta pregunta nos introducimos al entendimiento de la antropósfera: ¿De qué manera soy protagonista yo de la historia? ¿Qué tiene que ver conmigo todo lo que acontece a mi alrededor? ¿Dónde estoy en todo este entramado de relaciones que llamo mundo? ¿Adónde quiero ir? El responder a estas preguntas no es algo sencillo ni categórico, es un avanzar en la ruta de los sentidos con los que se va descubriendo lo tangible, lo posible, lo respirable, lo confluyente y lo que no es, entre uno y los demás. La aventura existencial de aprender a vivir cuando antes no había nada y luego no lo habrá tampoco, donde todo lo que surge lo hace con residencia en el cuerpo y la mente de uno, posesión única y cúmulo de determinaciones de lo que se puede experimentar y huella de todo lo que sucederá. De qué manera soy protagonista de la historia. El desafío es a descubrir que cualquier otro elemento del mundo tiene algo que ver con nosotros, en la medida en que queremos que lo tenga. La fundación de un mundo habitable, de una convivencia humana posible tiene que ver con cómo respondemos a esta pregunta. ¿Hasta donde llega mi existencia, hasta dónde toco con mi sensibilidad todo lo demás que existe conmigo?

3. No hay nada más que esto: podemos vivir buscando continuamente algo más, hurgando en la arena un nuevo agujero por el cual verter las aguas de la ansiedad por vivir y discurrir allí para satisfacer la urgencia de ir a algún otro lugar, ver a alguien más, hacer alguna otra cosa. Propongo responder a esa angustia insaciable con la nada. A la pregunta qué voy a hacer, adónde voy a ir, a quién voy a ver, la respuesta, nada, ningún lugar, a nadie. Un nihilismo positivo, la nada como el vacío del apego a algo para suplir el sentimiento de inferioridad o falta. La nada como el algo que responde a la falta. El vacío que queda cuando todo se ha desprendido, y se aloja el silencio y la perseverancia de la autoafirmación en uno mismo, todo lo que tenemos y todo lo que hay. La reflexión, como herramienta terapéutica espontánea responde al flagelo de la urgencia por vivir, y calma la ansiedad de no poder estar en uno mismo, la satisfacción continua de esa imposibilidad por vivirse como todo lo que hay, es el vacío. La nada de decir que sí sólo por estar donde se está, viviendo una vida que ha ocurrido, y que se mueve impensadamente a otro lugar, que tiene que ser aprendida, y que es como fenómeno, irreductible.

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