lunes, 17 de diciembre de 2012

Somos el mundo que vivimos.

Hay un entrecruzamiento entre lenguaje y emoción, continuo, constante, creador de todas las formas de pensamiento, realidad, y existencia.

En ese entrecruzamiento, recursivo, se da todo el tiempo la creación del vivir personal. El conocer y el vivir individual.

Toda la materia del universo, todos los dominios del conocimiento, sean los lógicos, físicos, metafísicos, literarios, políticos, sociológicos, psicológicos o históricos, se encuentran codificados en esa realidad. Ésta es una descripción acerca de esa realidad hecha con la misma realidad, es decir que vuelve sobre sí misma, que es recursiva.

Que el conocer y el vivir en el entrecruzamiento del lenguaje y la emoción se conoce y se vive a sí mismo a partir del entrecruzamiento del entrecruzamiento  del lenguaje y la emoción. Es decir, el hecho de hablar acerca del lenguaje y la emoción, es que el lenguaje y la emoción se ponen nombre de lenguaje y emoción como tales, y operan como tales.

Es decir, que lenguaje y emoción se crean a sí mismos. Es decir, qué tiene que pasar para algo sea llamado lenguaje y emoción. Qué tiene que pasar para que algo sea nombrado. Para que sea nombrado tiene que ser distinguido, y para ser distinguido tiene que haber alguien que lo distinga, y entonces cómo surge el que distingue sin distinciones...

El que distingue surge con las distinciones que realiza, y las distinciones que realiza surgen con su capacidad de distinguir. De manera que todo conocimiento, y toda emoción, surgen de la nada. Su autocrean, y autorecrean. No tienen un propósito, una trascendencia, ni una finalidad. Su finalidad es ser sí mismas.

De manera que no hay finalidad en la epistemología. Todas las epistemes, son circulares. Es decir su sentido es ser sí mismas, no están abiertas, están cerradas sobre sí mismas.

De manera que la única forma de ver una episteme, y comprenderla en su ser, es aceptar desde dónde surge, cómo surge, aceptar los principios que la construyen.

Todas las epistemes, la de todas las personas que viven la sociedad que crean, son epistemes cerradas. El problema es querer creer que esas epistemes puedan ser abiertas, y forzar al otro a actuar de acuerdo a la episteme propia, como si la episteme de uno tuviera mayor validez que la del otro. Cosa recurrente, que genera la mayor parte de los malentendidos, y que rompe la convivencia y la ética.

Todos estamos armados para no dejarnos atropellar por la episteme del otro, porque todos escuchamos y vemos las epistemes como abiertas, y vivimos la nuestra propia como abierta.

De manera que tiene que ver con el ver y el oír. Todos estamos atravesados por esta situación paradojal en la cual nos damos cuenta de que la episteme de los demás está abierta, y no vemos la nuestra propia como abierta, entonces nos conducimos con las epistemes como estando abiertas y no vemos que de esa manera también nuestra episteme va a ser escuchada y vista como abierta. Y que el hecho de ver la episteme del otro como abierta es algo que surge con nuestro ver y oír abiertos. Es una situación cultural, que atraviesa a todas las personas, el mismo hecho de la justicia.

Vemos la injusticia en el mundo que vivimos, porque a su vez nosotros somos injustos, pero nos vemos que la injusticia que vivimos es nuestra, sino del otro. El hecho es que tanto la injusticia cometida, como la injusticia vivida, son nuestras, que ambas son responsabilidad nuestra, y que no puede existir una sin existir la otra. De manera que todo intento por separar a los culpables de los inocentes sólo reproduce el discurso que crea la injusticia que tratamos de paliar con ese discurso.

Siempre creemos que hay una injusticia, y que de ella se es culpable o víctima, pero nunca vemos que tanto la injusticia vivida, como la injusticia ejercida son nuestra responsabilidad, y que ambas requieren ser unidas en una sola episteme cerrada, es decir, en una episteme que de cuenta de sí misma, y que pueda ver cómo es que surge en el mundo la separación entre justicia e injusticia, sin poder ver que ambas son una misma realidad, y que necesitan una de otra para existir. Es decir, ambas son nuestra responsabilidad.

No se pueden separar los términos que construyen nuestra realidad, sin por ello crear una escisión que abre nuestra episteme, y que separa nuestra visión de lo que nos es propio, de lo que es ajeno, como si una cosa existiera en nosotros, y la otra en los otros. Como si una cosa estuviera dentro nuestro y otra fuera. Es decir, separando individuo y sociedad, separando individuo de mundo, y separando individuo de realidad. De repente vivimos una episteme, en la cual hay cosas que quedan adentro y cosas que quedan afuera. Y nos perdemos en la confusión que se genera. Confusión que está dada por el hecho de nuestra percepción, nuestro ver y oír no se reconocen a sí mismos, y ven y oyen cosas, como si no fuera uno el que las ve y oye, como si existieran independientemente de uno.

Uno ve y oye cosas como si esas cosas que ve y oye no fueran vistas y oídas, sino como que existen en sí mismas. Y uno no ve ni oye que ese ver y oír que no ve ni oye que la cosas no tienen una existencia en sí mismas independiente de uno, sino que surgen con nuestra percepción, es propio.

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